Un martillo gigante rodeado de clavos pequeños

Productividad

¿De verdad nos hace más productivos la tecnología?

La introducción de la tecnología moderna a primera vista parece no haber mejorado la productividad, pero probablemente estemos hablando demasiado pronto. Ben Hammersley sabe lo que pasa en verdad

 

Pasa algo raro en el ámbito económico que no muestra lo que las personas cree que hace. Se conoce como la paradoja de la productividad y se presenta de la siguiente manera: a pesar de todas estas nuevas tecnologías, como las computadoras personales, la comunicación digital, el Internet, entre otras, el crecimiento de la productividad en las economías occidentales no ha incrementado. Algunos piensan que las computadoras no han demostrado ser la "gran idea" que claman ser y las cifras de productividad lo demuestran. Esto es incorrecto, en lo que a mí respecta, por una interesante razón. Vale la pena considerar el porqué.

La productividad es difícil de medir una vez que realiza actividades diferentes a la parte central de la economía basada en dinero. Esa ya es una frase extraña de usar, pero sean pacientes. Si está excavando cosas del suelo, calentándolas y golpeándolas con martillos, la productividad es relativamente fácil de medir. Tomar algo y convertirlo en otra cosa a través del esfuerzo facilita entender qué tan bien le está yendo. Entre más cosas tenga al final del día, más productivo será.

Código de conteo

Sin embargo, las economías postindustriales de hoy en día no se basan en fabricar cosas. Al menos no de forma directa. Por ejemplo, Reino Unido se enorgullece de ser una economía de servicios, algo que en algún momento se describió como ‘ser realmente buenos con el papeleo’, y si bien los contadores, abogados, banqueros y personas similares sí agregan valor, esto es mucho más difícil medir en términos de productividad. Los intentos de hacer esto con programadores de software incluso han sido contraproducentes: las empresas que recompensaban a sus codificadores por el número de líneas de código escritas al día acabaron con un montón de fallos en los códigos. De hecho, algunos de los días más productivos que he invertido personalmente codificando han producido menos líneas de código que con las que comencé. Es algo difícil de medir y aún más difícil de explicar a los jefes, quienes le dan más valor a cosas como estas sobre todas las demás.

De esa manera, aunque la tecnología moderna nos permite medir, cuantificar y comparar gran parte de nuestra vida (ayer dormí siete horas y 32 minutos, además, caminé 18 231 pasos exactamente, aparentemente), la forma en la que trabajamos con la tecnología y los modelos empresariales que produce son cada vez más difíciles de cuantificar para poder compararlos directamente con los trabajos más tradicionales.

El auge de las máquinas

Esto solo va a empeorar y tiene algunas implicaciones profundas. En este preciso momento, la historia más grande en la tecnología empresarial es la llegada de la inteligencia artificial y las tecnologías de automatización. Cada vez se comprende más que una buena parte de las industrias de servicios, las que son realmente buenas en el papeleo, recuerden, al menos pueden aumentarse y quizás reemplazarse en su mayor parte por los programas de software. Las computadoras son realmente buenas con el papeleo. En estos escenarios, que ya hemos visto en el sector bancario y jurídico, los trabajos que quedan son aquellos que combinan papeleo con cierto grado de inteligencia emocional, empatía, habilidades psicomotoras y aspectos similares que las computadoras no tienen. Necesitaremos menos personas dedicadas a la contaduría pública, pero las enfermeras y maestras de primarias, así como otras funciones complicadas, van a ser mucho más valiosas.

Sin embargo, esto claramente habla de la paradoja de la productividad. ¿Cómo mides la productividad de una maestra de primaria de manera significativa para poder compararla con la de un minero o un creador de herramientas? No se puede. Al menos no de manera clara. Así pues, la política nacional se basa en una preocupación percibida como que nos estamos volviendo de alguna manera menos eficaces en el trabajo; que en cierto modo la tecnología moderna disminuye nuestra capacidad para hacer determinadas cosas; y que esto nos afecta en cierto modo.

Sin embargo, en nuestra experiencia vivida, en realidad sucede lo contrario: la tecnología moderna le permite hacer mucho más. Podemos ver esto en los trabajos que ya se han perdido. El ejecutivo de hace 40 años tenía un equipo de mecanógrafos, secretarias, contadores y asistentes que le ayudaban a manejar su trabajo (imagen de abajo).

En la actualidad, esas funciones se han reducido, en su mayoría, y han sido reemplazadas por aplicaciones en computadoras portátiles y teléfonos. El ‘hiperempleo’, como se le llama, es la regla de hoy. Las personas normalmente hacen más, incluso si lo que están haciendo más es papeleo y coordinación, en lugar de hacer algo directamente.

Mecanógrafos en una oficina antigua

Si bien los números parecen mostrar que la revolución tecnológica no ha provocado un incremento en la productividad, y aunque esto es, sin consideración, un tanto preocupante, en realidad resulta aún más interesante y problemático cuando uno se da cuenta de que los trabajos y tareas que quedan después de tanto trabajo que se ha transferido a los dispositivos de IA se consideran tradicionalmente como femeninos en las sociedades occidentales.

Esas funciones femeninas tradicionales de cuidadores, maestros, coordinadores, negociadores, entre otros, son funciones que se quedaron después de que las máquinas empezaran a encargarse de los trabajos de producción más directos. Sin embargo, ese es el problema: en la ortodoxia política y la cultura en general, pegarle a cosas con un martillo cuenta como productividad, pero cuidar de los mayores no. Si me paso el día enviando correos, soy productivo. Pero si paso el día jugando con mi hija , nuestra cultura dice que no.

Lo que la paradoja de la productividad nos muestra no es que las computadoras son basura o que la promesa de la tecnología es sumamente exagerada, sino que lo que medimos y la forma en la que lo medimos tiene implicaciones reales en el mundo sobre cómo gobernamos a nuestras naciones y lo que como sociedad designamos como importante. Esto debe cambiar hoy, sin embargo, en las últimas décadas, a medida que el tipo de trabajo disponible para todos los humanos cambia, necesitaremos buscar una nueva forma de debatir y designar el valor del trabajo que hacemos. Tal vez la verdadera paradoja es que la productividad es demasiado importante en la actualidad.

 


Ben Hammersley es un tecnólogo británico de Internet, periodista, escritor y locutor, que radica en Estados Unidos